viernes, 18 de septiembre de 2009

VOLUNTARIO EN EL EJÉRCITO


Cuando ingresé en el Ejército tenía 16 años, casi un niño. Procedía de un pueblo de unos 1.500 habitantes, y a muchos kilómetros, en tren, de Sevilla. Mi incorporación la hice en el Regimiento de Infantería, Soria,9, cuyo cuartel se encontraba en la Plaza del Duque, donde esta hoy El Corte Inglés. Me fui al Ejército huyendo del hambre y las penurias que se arrastraban por entonces, además podía labrarme el porvenir que en el pueblo era más bien negro. Pasé el reconocimiento en el Hospital de la Macarena, con apto para todo servicio. Y con una maleta de madera, atada con una cuerda, y en su interior, una toalla y un peine con pocos dientes, y en el bolsillo, un billete de 5 pesetas, me hice soldado. Empecé mi nueva vida con un uniforme un poquito grande, y unas botas 3 ó 4 números más de lo que me correspondía, con el gorro hubo suerte, me estaba bien, y de esta guisa me lance a comerme el mundo. El paseo de la tarde lo aprovechaba para ambientarme, explorar la ciudad, y ver cosas que fueran de utilidad a mis planes. Con las 5 pesetas compré dos paquetes de tabaco, Ideales, que vendía por el cuartel, en cigarros sueltos. Cuando los vendía, compraba más. Me asocié con un veterano que tenía el negocio del tabaco, y cuando se licencio me traspasó la industria tabaquera.!Santos Dios, cuanto trapicheo! Me iba tan bien que hasta me pude pagar una Academia, a la que asistía en las dos horas que tenía de paseo. Apenas sabía leer y escribir, solamente lo necesario para defenderme.
Cuando repaso mis recuerdos, tengo la sensación que esas cosas no me pasaron a mí, que mi vida ha sido más sencilla, más simple, más cómoda. Y es que el tiempo difumina asperezas, y borra las cicatrices de las heridas que te ha ido haciendo la vida. A estas alturas, se cuentan las cosas sin apasionamiento, sin el ardor de la proximidad. Esta todo fuera de la órbita, y en nada te puede afectar. Unos hechos se recuerdan mejor que otros, quizás te impresionaron más y de distinta manera. Otros el mecanismo de autoprotección se encargó de borrar.
¿Tiene algún valor lo que cuento? Ninguno. ¿A quién puede interesarle? A nadie. ¿Porque lo cuento? No sé, pero, en el fondo no son nada más que pensamientos en voz alta. Algo que no querías contar y se te escapó, y una vez ahí lo deje porque es historia, mi historia, mi insignificante historia.

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