Era un cinco de Enero de hace casi medio siglo. Un día, de esos días fríos de invierno. Aquella mañana salí temprano para ayudar a un amigo a coger aceitunas en un olivar que tenía cerca del pueblo. Allí estuvimos toda la mañana, pero antes del mediodía tuvimos que abandonar la tarea obligados por el frío. Y ya en el pueblo, camino de casa, pasamos por la puerta de una taberna y decidimos entrar a tomar una copa de coñac para entrar en calor. Era la forma en aquellos tiempos de entrar en calor, aunque el coñac fuese de garrafón. Dentro de la tasca solo había dos personas: la dueña del establecimiento, una señora de mediana edad, de mediana estatura y con kilos de sobra; la otra persona era un señor delgado y bajito, con un traje azul oscuro y una corbata amarilla, la cabeza la cubría con uno de aquellos sombreros que traían los emigrantes de Alemania. El hombre se agarraba al mostrador con las dos manos, y miraba fijamente un vaso grande de vino que tenía delante de los ojos, y sin decir ni pío. Pensamos que con la borrachera que tenía, un vaso más lo tumbaría. Y se lo invitamos nosotros cuando pusieron nuestras copas. Acabamos bebiendo al compás, él vasos de vino, nosotros copas de garrafón. Hasta hacíamos apuesta sobre en que momento caería. Mientras nosotros ya habíamos empezado a ver doble y hasta tiple, él seguía con las manos cogidas al mostrador, y sólo soltaba la derecha en el momento de coger el vaso y tomarse el vino de un trago. Pero nosotros no queríamos darnos por vencidos, pues creíamos que era muy humillante la de ser derrotados por aquel cacho de hombre. Y la tabernera con una botella de coñac en una mano y una de vino en la otra. Acabamos tan borrachos que no nos podíamos comunicar ni por señas. Apenas le pudimos decir entre los dos a la señora que nos llamara un taxi. Y nos fuimos, dejando allí aquel hombre silencioso, sin descomponer la figura, tal y como lo encontramos. Quizás no igual del todo, pues nos pareció que había crecido un poco. También dejamos el frío y nos llevamos la borrachera y la vergüenza de la derrota.
La única vez que me han llevado bebido a casa, y encima, no se puede decir que fuese por una buena causa. Pero, todavía hoy me pregunto: ¿llegaría aquel hombre por sus propios pies a casa? Me lo imaginé dando tumbos por la calle, luciendo una borrachera que le habíamos pagado nosotros. Sino toda, casi toda. Bien la podía lucir con orgullo, al fin y al cabo, nos había ganado la partida, y sin decir palabra, abriendo la boca sólo para que entrase el vino.
ja,ja,ja.......me hubiera gustado conocer a ese personaje.Muy divertida tu historia...y muy interesante
ResponderEliminarUn abrazo
Hoy me dije, voy a echar una mirada rápida para ver qué nos cuenta nuestro amigo disancor y te encuentro a punto de entrar en coma. Bien os podíais haber llamado "asociación etílico-recreativa dombenitense calabazón".
ResponderEliminarConclusión: Solidaridad con los pueblos que pasan tanto frío que no encuentran otro modo de entrar en calor. En tales circunstancias, un taxi o un ratito a pie y otro caminando.
Besos amigo.
Jajajajaja, buenísima historia Disan, lo mismo el vino estaba aguado y le hacía menos efecto, ainssss, ese orgullo mal entendido de los hombres de la època...jajajaja. Y cómo no te dio por regresar a la taberna al día siguiente y preguntar por aquel hombre? Vaya duda que nos dejas! jajajaja. Y ese pedazo de mostrador, tan buenísimo que tan bien se sujetaba a él para no caer, ahora debe de tener un valor incalculable, jajajaja.
ResponderEliminarUn besazo!
Qué bueno, Disancor. Para que veas que las apariencias engañan. Luego está el tema del orgullo machito y todo eso. Claro que el coñac, aunque fuese de garrafón, entonaba más que el vino peleón o no.
ResponderEliminarSí que habría que saber qué fue de aquel hombre bajito, trajeado y que tan bien aguantó el tipo.
Un abrazo de Mos desde su orilla.
Historia muy divertida(para mi) me he reído mucho.
ResponderEliminarHAY los hombres y sus chorradas me temo que en eso no han cambiado.
Besos
Ay el vino y eso que no era de Asunción...
ResponderEliminar¿Lo pasaste bien? pues quedate con eso...
Besos!
Jajaja me he reído mucho, os imaginaba a los tres dando tumbos y agarrados a la barra del bar, jajaj.
ResponderEliminarBonita historia real nos treas hoy, cada día me sorprendes más.
Muchas gracias
Un abrazo cordial
Hay que ver la de tonterías que lleva a hacer el orgullo, y más cuando hay alcohol de por medio. Al menos vuestra borrachera fue bastante digna, sin ningún jaleo. Como la de aquel hombre, un buen ejemplo de que no se ha de juzgar a los demás por las apariencias.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Cuanto me reí viendo las imágenes que describes! A mi también me hubiera gustado ver al hombre del sombrero agarrado al mostrador y pensando que le estaba saliendo gratis el día, y veros a vosotros dos pagando compas de vino y casi calleándose de la borrachera....jajaja
ResponderEliminarBesos.
jajaja, vaya con la borrachera, asi que estabais haciendo apuestas a ver cuando se caia y al final terminasteis vosotros casi más borrachos que él. Las mujeres en general nos emborrachamos menos que los hombres pero yo recuerdo dos momentos especiales en los que se me ha subido el alcohol de manera particular: cuando fui a celebrar con otras compañeras el aprobado de Auxiliar de Enfermeria y simplemente fue por un chupito de anis Eh! y luego en la Nochevieja de 2003 celebrandola con una amiga Mexicana, ahi si que se me subió a la cabeza el Tequila y eso que estaba aligerado con zumo de limon pero acabé tambaleandome y diciendo cosas que de otro modo no hubiera dicho claro....la verdad es que las dos veces fue por buen motivo, celebrando con amigas y sin mayor espectaculo...jajaja. Aquel hombre igual estaria ya mas acostumbrado al alcohol que vosotros y por eso no se caía...
ResponderEliminarUn Abrazo Disancor
Las apuestas y sus resultados no siempre son buenos...
ResponderEliminarUn saludo.
mariarosa
Es que amigo las apariencias engañan.
ResponderEliminarUn abrazo
No te voy a decir que me he reído, ni mucho ni poco, pero me gustó mucho tu historia, por lo que tiene de rara.
ResponderEliminarQué bellísima mente la tuya, Disancor,y como describes bien una historia com casi medio siglo. Hasta te acuerdas de la dueña de la taberna: una señora de mediana edad, mediana estatura y gordita. Todo esto despúes de haberes tomado una borrachera de cajón a cueva. Yo creo que se fuera conmigo (desgraciadamente nunca me he emborrachado, no sé cual es esa sensación) ni siquiera me acuerdaría por dónde hubiera andado.
Son estos preciosidades de pormenores qué me encantan en tus maravillosos escritos.
Esse señor que tomava el vino, mirando la copa sin verla, yo creo que elle estaba dando de beber a el dolor…
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Hoy fué dia de cumpleaños de mí nieto Juan. Ya han pasado 11 años y a mí me parece qué elle ha nacido ayer. Pena la lluvia no dejarnos salir de casa, pero ha sido un dia mui bonito.
Disancor, un beso.
Hola paisano (porque supongo eres extremeño), me alegro de haber encontrado tu blog.
ResponderEliminarJara
No me hables de borracheras que este fin de semana me cogí una melopea impresionante. Nunca bebo y para una vez que me desmeleno por poco no lo cuento..je,je
ResponderEliminarUn abrazo
UT
Ja,ja,ja, una historia muy divertida, igual estaba fingiendo al principio para llevarse las copas gratis,je,je,que aguante que tienen algunos!!! me estoy imaginando a la tabernera, rechoncha, con ambas manos ocupadas por sendas botellas y una cara de circunstancias tremenda, ja,ja,ja y más me río.Con una cerveza ya voy de cabeza!
ResponderEliminarUn abrazo.
Pero qué brutos somos los de pueblo.
ResponderEliminarSonrío.
una de las primeras fases de la intoxicación etílica es la exaltación de la amistad, incluso la solidaridad. Luego cuando llega el coma, no es que se deje de ser solidario, es que ya no hay posibilidades de moverse ni siquiera para uno mismo,
ResponderEliminarUn abrazo Á
Pues, era un personaje insignificante, pero con el aguante para la bebida de un coloso. No hay que dejarse llevar de la apariencia, a nosotros nos fue fatal.
ResponderEliminarJuanjo, un abrazo.
En aquellos tiempos para entrar en calor había que tomar una copa. La ropa de abrigo era escasa y la calefacción, si la había, los pobres no la conociamos.
ResponderEliminarLoli Salvador, un abrazo.
Los hombres para demostrar nuestra hombría siempre hemos hecho verdaderas burradas, y en aquellos tiempos lo que teníamos más a manos era la bebida.
ResponderEliminarion-laos, un beso.
Aquel hombre no parecia un bebedor normal, pues la bebida desata la lengua, pero a él no fuímos capaces de sacarle una palabra. Algo así como si el vino le pusiera triste.
ResponderEliminarMos, un abrazo.
Qué tal? jajaja, hay una canción que te dedico que dice en su coro "borrachera, borrachera que fea eres".
ResponderEliminarUn Besito Marino
Sí, me temo que esas demostraciones se siguen haciendo, y quizás hasta ha aumentado la lista de barbaridades, pero eso sí, mucho más refinadas.
ResponderEliminarla reina del mambo, un beso
Bueno, pasarlo bien, sí lo pasé bien, por lo menos hasta que empecé a ver doble. Al principio fue divertido, y algo positivo porque quedó una historia para contar y para sonreir.
ResponderEliminarEurice, un beso.
Hoy me hubiera gustado tener uno foto de la taberna y de nosotros, los personajes de aquella historia. La escena tenía que ser graciosa y simpática.
ResponderEliminarPrincesa, un beso.
El alcohol es malo para la salud, pero también hay que reconocer que nos hace pasar algún rato bueno. Lástima que tenga consecuencias y resaca.
ResponderEliminarZarzal, un abrazo.
Quizás aquel hombre no se daba cuenta que le estaba saliendo gratis la borrachera, y que era feliz viendo siempre el vaso lleno. Y que nosotros habíamos sido unos tontainas.
ResponderEliminarcampoazul, un beso.
Aquel hombre lo volví a ver algunas veces por la calle, y, la verdad, no tenía pinta de bebedor. Parecía una persona normal. A la que le duró mucho tiempo el cachondeo es a la señora de la taberna.
ResponderEliminarmariaje 15, un abrazo.
Tal y como encontramos en la taberna a aquel hombre, era imposible que no cayera al suelo con par de vasos más. Nos pareció que estaba muy borracho, y dimo el gran patinazo.
ResponderEliminarmariarosa, un saludo.
Y tanto que engañan las apariencia, y nosotros nos pasamos de graciosos. Es justo reconocer que tuvimos un merecido castigo, porque los perdedores fuimo nosotros.
ResponderEliminarjosefina, un abrazo.
Felicidades a tú nieto Juan.
ResponderEliminarMira, yo también he pensado hoy que puede que aquel hombre tuviera algún problema y lo estaba ahogando con vino, pero entonces no se me hubise ocurrido. Cada persona es una historia, y cada historia una tragedia.
Janita, un abrazo.
Sí, soy extremeño y vivo en Don Benito. Yo también me alegro mucho de tú visita y que seas comentarista de mi espacio, que deseo sea de tú agrado.
ResponderEliminarJARA, un saludo.
De cuando en cuando hay que ponerse un poco alegre, la cuestión es no pasarse, ni cogerlo por costumbre. La verdad que yo no concibo una juerga tomando sólo agua,
ResponderEliminarUt, un abrazo.
Quien mejor se lo pasó fue la tabernera viendo nustro empeño en tumbar aquel hombre que resultó ser invencible bebiendo. Fue él el que nos infrigió una humillante derrota.
ResponderEliminarMIMOSA, un abrazo.
Un poco brutos, sí que somos. Desde entonces cuando hago una apuesta, la hago sobre cosa segura. No hay que fiarse de la primera impresión.
ResponderEliminarRaúl, un saludo.
Del alcohol lo desagradable es la primera copa, después es, digamos, como si se abriera el apetito, y mientras más se bebe más se necesita.
ResponderEliminarCreo que a aquel hombre lo que le pasaba que de tanto beber ya no le hacía efecto la bebida.
Ángeles Hernández, un abrazo.
Es verdad, no se puede decir que una borrachera sea una cosa bonita, ni tampoco, saludable. No esta mal una copa, lo malo es que nos falta voluntad para controlarnos. Es ahí donde radica el problema.
ResponderEliminarTita la más bonita, un beso.
Gracias por visitar mi blog,yo tb he paseado por el tuyo,está interesante,lamento que hayas aterrizado un día que había un tema trivial como el tejido:-))
ResponderEliminarSi me permites una sugerencia,podrías ampliar tu perfil,a la gente suele gustarle conocer detalles de la vida, y ver la cara de la gente a la que le escribe.
Saludos
Claudia
Pues, la verdad, lo del perfil me había pasado desapercibido. No es por ocultar nada. Soy hombre, tengo 70 años, soy feo y vivo encima de una silla de ruedas. De mí poco más puedo decir.
ResponderEliminarMe ha alegrado mucho tú visita y comentario, y con estas líneas te doy las gracias y mi más sincera bienvenida.
Claudia, un saludo cordial.
Una historia no digamos bonita, porque no es bonito ver a tres hombres embriagados, pero curiosa al fin y al cabo.
ResponderEliminarPobre hombre, seguro bebia para olvidar. ¿Pero qué? Sólo él lo sabe.
Disancor, el orgullo del machito hizo que os pusierais a la par del hombre menudo y bien trajeado.
Afortunadamente ahora hay calefacción, no es necesario beber para calentarse.
UFfffffffff, me he imaginado por un momento cuando entraras en tu casa ;-)
Me gusta mcuho como lo cuentas, parece un cuento, un cuento real como la vida misma.
Saludos y un fuerte abrazo
Si, es un cuento real. Entonces había más borrachos y menos alcoholizados que ahora. La gente no bebia tantos licores, tampoco tan seguido. Pero el que era borracho, lucía bien la borrachera.
ResponderEliminarFeliz fin de semana.
Un abrazo.
La anterior contestación al comentario es para
ResponderEliminarisa. Se me olvidó poner tú nombre.
isa, repito el abrazo.