Y los trabajadores
reparten curriculum por las tiendas, bares y otros negocios como quien reparte
publicidad comercial. En ambos casos se vende lo mejor de un producto y,
también, la mejor imagen y preparación de una persona. En las empresas
amontonan esas autobiografías laborales, que con tanta ilusión y esperanza
escribieron, y a las que añaden la foto con las caras más simpáticas y
relajadas. Debajo, la relación de méritos, preparación y experiencia por la que
se les debe de dar la oportunidad de trabajar. Y, no obstante, y por muy
elaborado que este un curriculum, y por muchas cosas buenas que se digan,
parece que sea la suerte la que juega el papel más importante en eso de la
colocación
Si una persona se
queda sin trabajo con más de cuarenta años,
la experiencia y los conocimientos adquiridos durante su vida laboral,
casi no le valen para nada. Si tiene suerte de encontrar un empleo, pocas veces
será de lo que ya sabe, y lo más seguro
es que tenga que acepta cualquier cosa, le convenga o no le convenga Tal
vez sea algo a ratos, por horas, a media
jornada, o uno de esos contratos indefinidos con el finiquito firmado
para ser despedido cuando al jefe o a la empresa se le antoje. Le enseñarán
cuatro cosas para que sea más rentable en el trabajo, y que no le valdrán para
nada en la siguiente colocación. Eso si, todas las horas a disposición de la empresa esperando que les llamen. Y su
formación, no vale para nada, ni aunque sea universitaria, Como muestran los muchos licenciados que hay
trabajando en cualquier oficio ¡Con todo lo que cuesta una carrera!
Al pasar por la
puerta de una tienda cerrada y con el cartel de se “traspasa”, a través de los
cristales del escaparate, vi el suelo alfombrado de curriculum tirados. Decenas, cientos de esperanzas, que quizás
ni siquiera habían sido leídas y mucho menos estudiadas.
Sentí pena, mucha
pena. Y me pregunte: ¿valen para algo los curriculum en estos tiempos?