El tiempo pasa
barriendo usos y costumbres. La vida de
antes no se parece en nada a la de ahora.
Aquella era más sencilla y más artesana, quizás porque la necesidad
aguza el ingenio y hace que salga el artista que todos llevamos dentro. Las
tradiciones no son caras, porque son obras del pueblo, y hasta podemos pensar
que las mata el dinero. Desaparecieron oficios que hoy no son rentables. Lo que
hacía la habilidad del artesano, la paciencia, el amor y el sudor del hombre, ahora lo hacen
máquinas sin sentimientos, y fabricado
con obreros de cualquier parte del mundo. Se ha masificado la alimentación, los
vestidos, el ocio, las risas y hasta los sueños. Las cosas son todas iguales:
diseño industrial. ¿Cómo pueden sobrevivir las tradiciones y la artesanía compitiendo con la
economía y las prisas de los tiempos modernos?
Y es una pena que
desaparezcan para siempre cosas que nos dejaron tan buenos recuerdos. Los
jóvenes no pueden conservar nada, por falta de interés, por poco rentable, por
incómodo, falta de tiempo y porque son
contrarías al progreso. Sin embargo, no faltan los románticos que se empeñan en
conservar y recuperar algunas tradiciones, y aunque se nota que ponen interés,
no se le ve naturalidad y frescura a su trabajo. Tal vez, porque no acucia el
hambre y sobra dinero para pruebas y experimentos. La finalidad última es
recordarnos que hubo otros usos y costumbres Se pueden exponer cosas a la
vista, pero la esencia se la llevó el tiempo.
Es esa esencia, es el
alma de las cosas, lo que no se recupera del recuerdo para presentarla como un
triunfo arrebatado al pasado. Y es que las modas vuelven, pero hay costumbres
que no tienen marcha atrás, por innecesarias y por que son de otra época. Yo no
imagino a los soldados de hoy vestidos de hojalata.
Amamos los años que
tuvimos, y añoramos todo lo que tuvo alguna relación con nuestras vidas y su
entorno. Sin embargo, en el fondo sentimos miedo a comprobar que cada vez
estamos más lejos de la salida. Se
pueden copiar objetos, pero no se puede recuperar lo vivido. El mismo instante no
se vive dos veces. Hasta las cosas tuvieron su momento.