domingo, 12 de julio de 2009
AMIGO CIEGO
Mi compañero de patrulleo por las calles, es un ciego un poco mayor que yo. Cada mañana voy a recogerlo a la Plaza, alrededor de un kilómetro de mi casa, y partiendo de ahí, hacemos cada día 6 ó 7 kilómetro. Él empuja lo que puede, yo dirijo o conduzco el descapotable, y así, en cinco años no hemos tenido ni un percance, él confía plenamente en mi y yo me siento responsable de su seguridad, cuando vamos juntos jamás cruzamos por sitios indebido, ni invadimos calzadas, ni cruzamos con semáforos en rojo, en cambio, si voy solo no soy tan escrupuloso, y le tengo dicho que si alguna vez nota que hay algún peligro que suelte la silla, es preferible que me caiga yo solo, pero, repito, afortunadamente nunca ha pasado nada. Mi compañero es ciego de siempre, con bastón blanco, hombre culto y buen conversador, aficionado al fútbol, política y literatura, lee en braille, mientras paseamos nos enzarzamos en interminables polémicas, pero nunca hemos discutido de mala manera, ni nos hemos enfado. Por la calle nos encontramos gran cantidad de obstáculos, que sorteamos como buenamente podemos, y nuestras quejas consisten, de cuando en cuando, en un plante en mitad de la calle, poco tiempo para no entorpecer mucho el tráfico, pero suficiente para que la gente hagan comentarios del coche mal aparcado o de lo que nos impide el paso. Y también tomamos un café que otro, mi amigo, descafeinado,, que prepara él, yo, café solo con hielo, que me prepara el camarero, y me pone una pajita en el vaso. Hecho el recorrido marcado para ese día, volvemos al punto de partida, donde nos despedimos hasta el día siguiente. Y vuelta a empezar.
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Ya me han dicho un par de personas que debería poner en cada poema una grabación con mi voz.
ResponderEliminarCreo que voy a tomármelo en serio.
Le darías una gran alegría a las personas ciegas.
ResponderEliminarUn beso, Amelia.