A finales de los años 60 y principios de los 70, la gente empezó a darse cuenta de todas las ventajas que reportaba tener cartilla de familia numerosa. Y como las familias más pobres tenían muchos hijos, los fotógrafos nunca fotografiamos más grupos familiares. Era frecuente que por la urgencia de obtener el documento, los cabezas de familia completaran el grupo con niños de amigos, parientes o vecinos, si los suyos no estaban todos en casa en ese momento, y es lo que le presentaban al fotógrafo, que generalmente iba a domicilio. No se distinguían mucho los niños, las fotos eran tan malas que ni los padres viéndolas reconocían a todos los miembros de su prole. Además decían que solo contaban las cabezas sobre la pared blanca o la sábana que se colocaba de telón de fondo.
Pero lo que me ocurrió aquella mañana de domingo fue más allá de hacer la vista gorda porque hubieran colocado en el grupo algún niño ajeno a la familia. La señora quiso y logró cambiar de marido para la foto. Como el cabeza de familia no estaba en casa y le corría prisa que se hiciese la foto, convenció a un amigo que pasaba por la calle para que se pusiese en el lugar del padre de los niños. Me negué. Pero ella dijo que yo no tenía porque conocer a su marido ni saber para qué era la foto. No me convenció el argumento, sin embargo, acabé haciendo el trabajo.
Para mí, la aventura hubiera acabado aquí, sino hubiese sido el marido el primero que vio las fotos cuando fui a entregarlas, quien me las arrebató de las manos. Aquel hombre cambió de color, la cabeza pareció que le iba a explotar como una sandía de puro rojo. Giró la cabeza hacía el interior de la casa y con un trueno de voz, le gritó a la mujer pidiéndole una retahíla de explicaciones, acompañadas de insultos y amenaza , al tiempo que agitaba las fotos, que tenía en la mano. Y como todos podemos imaginar lo que se puede bramar en una situación como aquella, no es necesario que lo repita. Sólo añadiré que viendo el cariz que tomaban las cosas, me alejé rápidamente del lugar de la bronca ¡Cualquiera le pedía al hombre el importe de las fotos! Seguro que me hubiera embestido con la imaginaría cornamenta que pensó le ponía su mujer.
Creo que me equivoqué imaginando lo que pudo haber pasado en aquella casa, porque aquel mismo día se me avisó para que fuese a hacer la foto, y allí estaba toda la familia alegre y contenta. Los niños muy formalitos y los padres juguetones como dos recién casados. No vi ni noté señales de violencia. Ninguna referencia a lo que había ocurrido. Sin embargo, cuando fui a entregar el trabajo, la señora también me pagó el importe de una cuenta, dijo, que tenía pendiente conmigo.
Si tuviera que volver a trabajar, y pudiese elegir oficio, volvería a elegir siempre el contacto con la gente. Y en aquellos tiempos el oficio más cercano era el de retratista.
Ja,ja,ja.....me ha parecido una gran historia llena de humanidad y de la absurdidad propia de los seres humanos
ResponderEliminarUn abrazo
La gente se las apañaba como podia.
ResponderEliminarUn beso
¡Bella historia, Diego!
ResponderEliminarUn abrazo.
Miguel-A.
jajajajja me imagino la situación!! He mirado la fotografía antigua del Libro de famila de casa y he reconocido a todos mis hermanos...y a mis padres!! qué alivio!!
ResponderEliminarGracias por alegrar la tarde con tus comentarios!
salud y buen dia!! Rosa
ja,ja,ja... Muy buena historia, Disan.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy buena anécdota. Me he reido un buen rato.¡Lo que no le pase a un fotógrafo!
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué bueno! Jajajajaja, ahora nos reimos, pero el mal rato que pasaste no te lo quita nadie. Jolín con la señora...menos mal que tuvo el detalle de pagarte la primera sesión. Le daría doble ración de tila al marido, jajajaja.
ResponderEliminarLa picaresca nunca se pierde...
Un besito Disan.
Buena historia, Disancor. Da para hacer un relato más o menos jocoso y divertido. Claro que...a los maridos de turno, cualquiera les convence de que no pasa nada si no hay sospechas fundadas,
ResponderEliminarUn abrazo de Mos desde mi orilla.
jajaja, buenisima la historia, aunque como dicen por ahi, a ti no te quitaria nadie el susto de esa primera foto ó mejor dicho de la furia del marido...seguro que pensaste se iba a revolver contra tí por contribuir a la faena. Realmente la picaresca siempre ha existido y sobre todo cuando se trata de cobrar dinero...antes con las familias numerosas y ahora con la Ley de Dependencia, la Renta Ciudadana ó las Subvenciones y lo peor de todo es que encima pagan justos por pecadores como siempre. Tienes anecdotas e historias para escribir un Libro...
ResponderEliminarUn Abrazo Amigo
Jajaja, me has hecho reír disancor, jajaja. Se cambiaba al marido como el que cambia dinero en la puerta del cole, jajaja.
ResponderEliminarRecuerdo haber visto esas fotos en casa, porque éramos siete, pero eso sí...nadie se cambiaba por nadie, al menos eso creo yo, jajaj
Un beso
¡Vaya las cosas que tiene el internet! Llegue a vos desde el comentario en otro blog amigo, y me quedé sacudida. Hablás de Don Benito en algunos post anteriores, con gran soltura y conocimiento. me ha dado una cosita aissss. Que recuerdos más bellos, si bien son más recientes (conocí Don Benito en el 2008) me he quedado "con la copla" como dicen en España. Además escribís estupendamente, me he reído con ésta entrada ;))
ResponderEliminarBueno, de más está decirte que me hago tu seguidora. Es entrañable tu espacio.
Un abrazo desde Ciudad de Buenos Aires
Jajajajaja, menuda la que te pudo liar el señor en esos momentos en su casa. Eso sí, tú dejaste las fotos y saliste de allí por si el toro embestía. Como buen caballero saliste de allí como alma que lleva el diablo jajajaja. Qué historias más buenas tienes que tener en tu mochila de profesional.
ResponderEliminarY la señora también estuvo a la altura de las circunstancias, pagó el trabajo aunque no pudo hacer uso de él. Jajajajaja, que ocurrencias poner a un padre desconocido en la foto con los hijos. Y también vaya cuajo el hombre que se puso en la foto. De todas formas ninguno pensó lo que ello podría acarrear jajajajaja. Menos mal que solo se quedó en un quítame estas pulgas :-) Me he reído al leerlo. Vaya picaresca se gastaban entonces.
Saludos y un fuerte abrazo
Pues lo que está claro es que la mujer aclaró al marido la situación y le sacó de su error. Anda que al marido también ya le vale, ni siquiera preguntó, enseguida se puso en lo peor..... aaaaiiiinnnnsss los celos que malos son..
ResponderEliminarUn placer volver a tu casa Dis
Un besazo con abrazo grande
A los tiempo que me refiero, lo que había mucha necesidad, muchos niños y mucha incultura. Se hacían las cosas mal sin malas intenciones. Creo que hasta la administración hacía la vista gorda teniendo en cuenta los problemas de la gente.
ResponderEliminarJuanjo, un abrazo.
Así era, la gente se apañaba de cualquier manera. Lo importante era salir del apuro, aunque hubiera que hacer trampas. No se solía pensar en las consecuencias..
ResponderEliminar.josefina, un beso.
Un fotógrafo vivía muchas historias parecidas a la que cuento. Y algunas veces le ponían a uno en un verdadero aprieto., Pero todo queda como simpáticos recuerdos.
ResponderEliminarMiguel A., un abrazo.
Si has reconocido a toda tú familia, es porque yo no hice lo foto. En las mías siempre salía algún niño extraño. Ya decía la gente que siempre llevaba alguno en el macuto por sí había que tapar un hueco.
ResponderEliminarRosa, ha sido un placer alegrarte la tarde. Un saludo cordial.
Aunque lo cuento con algo de humor, esas cosas pasaban en aquellos tiempos. Entonces resultaban hasta tristes, hoy, en la lejanía del tiempo, son graciosas.
ResponderEliminarAntorelo, un abrazo.
En aquellos años nos llamaban retratistas, y éramos el terror de los niños. Los padres se empeñaban en hacerles fotos, y los niños a mirar con mucha desconfianza la cámara. Era someterlos a una terrible tortura. Yo hasta creo que aquellos chiquillos lloraban más fuertes que los de ahora.
ResponderEliminarPasto, un abrazo.
Hemos de estar de acuerdo que la señora se pasó un pelín con la ocurrencia, y el marido, en un primer momento, no podía pensar otra cosa que su mujer le estaba poniendo los cuernos, y encima con recochineo de fotos.
ResponderEliminarion.laos, un abrazo.
Parece que al marido le pasó pronto el cabreo. Hay que reconocer que la cosa fue para pensar en cuernos, y en aquellos tiempos eso estaba peor visto que ahora, por lo menos en un matrimonio con muchos hijos.
ResponderEliminarMos, un abrazo.
En el fondo, uno sentía remordimiento por contribuir a aquellas historias de malos entendidos, y que además podían tener consecuencias desagradables. Para vivir del público algunas veces hay que ser un poco condescendiente.
ResponderEliminar.mariaje 15, un abrazo.
La necesidad obligaba a la gente hasta pedir un niño prestado para hacerse una foto de familia numerosa. Pero, un marido..., eso ya se salía de todo lo razonable.
ResponderEliminarPrincesa 115, un beso.
Pues, te doy la bienvenida a mi blog, y me alegro de seguir manteniendo vivo en tí el recuerdo del Don Benito que tan bien conociste. Y yo, además, me siento contento que el nombre de mi pueblo este en un país tan maravilloso como el tuyo. Esto, tal vez sea una buena señal del destino.
ResponderEliminarSusana Inés Nicolini, un abrazo.
Sí, la señora lo pagó todo. Yo guardo muy buenos recuerdos de mi etapa de retratista, palabra que aún hoy me parece entrañable, porque era una actividad muy cercana a las personas, y no hay cosa más bonita que el contacto con la gente.
ResponderEliminarisa, un abrazo
Yo creo que el hombre en un primer momento alucinó, y no era para menos, ver en una foto a su mujer y a sus hijos con un tío que no era él. Fue toda una sorpresa.
ResponderEliminarEl placer ha sido para mí. Me da un vuelco el corazón cuando veo tú nombre entre los comentarios.
silver, un abrazo.
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