El tiempo pasa
barriendo usos y costumbres. La vida de
antes no se parece en nada a la de ahora.
Aquella era más sencilla y más artesana, quizás porque la necesidad
aguza el ingenio y hace que salga el artista que todos llevamos dentro. Las
tradiciones no son caras, porque son obras del pueblo, y hasta podemos pensar
que las mata el dinero. Desaparecieron oficios que hoy no son rentables. Lo que
hacía la habilidad del artesano, la paciencia, el amor y el sudor del hombre, ahora lo hacen
máquinas sin sentimientos, y fabricado
con obreros de cualquier parte del mundo. Se ha masificado la alimentación, los
vestidos, el ocio, las risas y hasta los sueños. Las cosas son todas iguales:
diseño industrial. ¿Cómo pueden sobrevivir las tradiciones y la artesanía compitiendo con la
economía y las prisas de los tiempos modernos?
Y es una pena que
desaparezcan para siempre cosas que nos dejaron tan buenos recuerdos. Los
jóvenes no pueden conservar nada, por falta de interés, por poco rentable, por
incómodo, falta de tiempo y porque son
contrarías al progreso. Sin embargo, no faltan los románticos que se empeñan en
conservar y recuperar algunas tradiciones, y aunque se nota que ponen interés,
no se le ve naturalidad y frescura a su trabajo. Tal vez, porque no acucia el
hambre y sobra dinero para pruebas y experimentos. La finalidad última es
recordarnos que hubo otros usos y costumbres Se pueden exponer cosas a la
vista, pero la esencia se la llevó el tiempo.
Es esa esencia, es el
alma de las cosas, lo que no se recupera del recuerdo para presentarla como un
triunfo arrebatado al pasado. Y es que las modas vuelven, pero hay costumbres
que no tienen marcha atrás, por innecesarias y por que son de otra época. Yo no
imagino a los soldados de hoy vestidos de hojalata.
Amamos los años que
tuvimos, y añoramos todo lo que tuvo alguna relación con nuestras vidas y su
entorno. Sin embargo, en el fondo sentimos miedo a comprobar que cada vez
estamos más lejos de la salida. Se
pueden copiar objetos, pero no se puede recuperar lo vivido. El mismo instante no
se vive dos veces. Hasta las cosas tuvieron su momento.
¿Te han dicho alguna vez que tu cerebro funciona a mil por hora cuando el de los demás mortales va a poco más de cien?
ResponderEliminar¿De dónde te salen estas ideas tuyas que parecen mías y de quien te lee?
¿Cómo es que no has editado ya un libro con tus ideas filosóficas?
Como sabes yo te sigo y te copio, y dejo todas estas ideas tuyas, juntas, para ser estudiadas.
Quien se tome la molestia de buscarlas, las puede encontrar en el siguiente enlace: http://homenajeadiego.blogspot.com.es/
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo contigo. Excelente y acertada reflexión, amigo.
ResponderEliminarUn abrazo
Mi abuelo fue tallista, y ponia el alma en todos sus trabajos, ahora esas tallas ya no se hacen, y los muebles con máquinas. Conservo algunas de sus tallas y sus herramientas.
ResponderEliminarEn algunas cosas no debería pasar el tiempo.
Besos Disan.
Muchas gracias, amigo Juan, por la buena publicidad que haces de CACHOS DE VIDA, y con la pasión que defiendes unas idas expresadas de forma tan poco académica, y es que los que hemos aprendidos en la Universidad de la vida, no podemos alardear de refinamiento. Y en mi cabeza no hay talento, porque el espacio la ocupa las muchas cosas vividas, lo mucho visto y lo mucho oído.
ResponderEliminarJuan, con mi agradecimiento, un abrazo.
La gente de mi tiempo éramos más de guardar recuerdos de cosas sentimentales y materiales, y vivíamos más para las tradiciones. Hoy, en cambio, se tira todo, y con mayor motivo si no tiene valor material.
ResponderEliminarAntorelo, un abrazo.
En la talla había grandes artistas. Entonces las obras las hacían el talento y la mano del artesano, ahora son piezas que salen en serie de las máquinas de la cadena de una fábrica. Se tiene prisa por fabricar mucho y venderlo pronto.
ResponderEliminarion-laos, un beso.
Nadie se baña en el mismo agua dos veces:-)
ResponderEliminar"Se pueden copiar objetos, pero no se puede recuperar lo vivido".
Hasta se `puede representar perfectamente en cine y teatro las vidas de las personas, perono lo que sus sus protagonistas reales vivieron y sintieros,
Bss
Es verdad, todo cambia. Lo de ayer no es como lo hoy, ni un instante es igual que el siguiente. Nuevos tiempos, nuevas costumbres. Sin embargo, siempre estaremos añorando el pasado.
ResponderEliminarKaty, un beso.
Hola Disancor, cuánta razón tiene. Tal vez con la crisis se vuelva a las tradiciones.
ResponderEliminarHace mucho tiempo que no veo a esos cesteros que hacían cestas de mimbre. Cortinas para las puertas de la calle. Nada que ver con las que venden en los chinos o en otras tiendas. El cestero que hacía las cestas de mimbre duraba y duraban años. Por cierto, aun tengo yo una sillita de mimbre de cuando era pequeña, tiene 52 años la sillita.
Está nueva como el primer día.
Tengo cestas de mis abuelos de cuando iban a por higos y siguen intactas de bonitas y útiles. Los botijos de barro que hacian ese agua tan fresquita. A ver donde los hay ahora.
Saludos y un fuerte abrazo