domingo, 23 de mayo de 2010
...Y DESEMBARQUÉ EN CÁDIZ
Sonó la sirena del barco con notas roncas, como si rebotarán en la niebla. Empezaba a clarear la mañana entre el gris del horizonte. Agolpándose en cubierta se iban perfilando las siluetas de los pasajeros, que pugnaban por estar cerca de la pasarela, todavía levantada. Y abajo, en el muelle, bullían multitud de personas gritando fuerte y moviendo, nerviosamente, los brazos, tratando de ver alguna cara familiar entre el pasaje. Transcurrió tiempo suficiente como para que se hiciera de día, y con la luz se empezasen a recocer unos a otros, los de arriba a los abajo y estos a los otros. ¿Y sabéis lo que pasa? Pues, que aunque uno sepa que no te espera nadie para darte un abrazo de bienvenida, participas de la alegría de los encuentros. Desde cubierta vi. como bajaban la pasarela, como la gente se precipitaba por ella, como se abrazaban, como gritaban, como reían o lloraban.
Con la emoción de la alegría ajena empecé a descender del barco. Despacio, quizás pensando, no lo sé, en lo mucho que me había llevado y con lo poco que había regresado. Todo se había quedado en aquellas tierras africanas: inocencia, salud e ilusiones. Ahora el soldado que bajaba las escalerillas del Plus Ultra, no era nada más que niño sin contenido, un militar con un uniforme viejo y descolorido. Imaginando la estampa sentí que había perdido la primera guerra de mi vida. Volví como un derrotado.
Ya estaba el muelle casi solo cuando pisé tierra, mi tierra, mi país, mi patria. Y juro que no me puse de rodilla y la besé por un tonto sentido al ridículo y respeto a mi uniforme. Pese a mi soledad, a mi ignorada presencia, y cuando ya pensaba que había pasado desapercibido, un guardia civil me saludó militarmente dándome la bienvenida. Un gesto muy de agradecer para un ánimo tan decaído.
Cádiz, lugar de llegada de una amarga experiencia, y punto de salida para la nueva aventura de mi vida.
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Sentido texto.
ResponderEliminarMe trajiste a la memoria a nuestros soldaditos de Malvinas que cuando regresaron nadie los fue recibir, los trajeron a escondidas, sólo algunos familiares sabían de su regreso. Y digo soldaditos, porque eran grandes en tamaño moral pero demasiados jovenes para una guerra.
Me emoconaste.
mariaorsa
Hola Disancor, al leerlo es como una historia lejana y muy triste, solo que en este caso la cuentas tú y tus sentimientos heridos. Las malas experiencias de la vidas son las que nos van curtiendo y nos van haciendo más personas, más sensibles.
ResponderEliminarRodeado de montones de personas y tu sentias una soledad abrumadora.
Saludos y abrazosssssssssss
Escribiste con tanto detalle y tan perfectamente esa imágen que conseguiste que la fotografiara en mi mente y una lagrimilla resbalara por mi rostro.
ResponderEliminarVuelve a descender de ese barco imaginariamente y observa toda la gente que te seguimos como te recibimos, como un héroe, como una gran persona, como un buen amigo. Música, serpentinas, abrazos y besos, que es lo que te mereces.
Todas la guerras son inútiles, hasta la guerra de la vida diaria.
Besotes mil.
Hermosa descripción de la alegría del encuentro, aunque con una pátina de tristeza. ¿Y a ti?, ¿no te esperaba nadie para abrazarte?
ResponderEliminarEl fin de una amarga historia y el comienzo de otra llena de esperana... Espero que se cumplieran tus sueños.
Un abrazo.
Por algo dicen que los militares son "un cuerpo". El guardia que te saludó reconfortó también tu alma.
ResponderEliminarGracias por ofrecernos esta íntima vivencia. La verdad es que se percibe que en tí hay un hombre sabio, con hondura y fortaleza, estoy segura de que ninguno de tus seguidores te ve como un hombre con la frente marchita.
ResponderEliminarDe mi parte, ese beso y ese abrazo que te faltó aquel día.
BIEN EXPUESTO, DISANCOR.. MOMENTOS COMO ESE Y OTROS PARECIDOS, NOS DEJAN HUELLA!
ResponderEliminarUN FUERTE ABRAZO!
Lo mejor de las despedidas,lo unico bueno,es pensar en el reencuentro
ResponderEliminarUn abrazo
Hay muchas actuaciones de gobierno de las que no podemmos sentirnos orgullosos. Las intervenciones militares siempre tienen algo de vergonzosas, y es lógico que se trate de ocultar lo más desastroso.
ResponderEliminarmariarosa, un beso.
Alguna vez que otra nos encontramos con recuerdos que parecen de otro, y lo seguiría creyendo si no fuese por las heridas que se abren.
ResponderEliminarisa, un abrazo.
De verdad, siento que mis recuerdos te hayan podido poner triste. Yo no puedo evitar emocionerme con los pequeños detalles de aquel desembarco. Las cosas cobran valor con el tiempo.
ResponderEliminarSe ven y se sienten de otra manera.
Emibel, besos.
La alegría de los demás nos contagía, y aquellos encuentros y abrazos a mí me emocionaron como si hubiesen sido mios. Luego, cuando pasa el momento, notas como la soledad y la tristeza se apodera de uno.
ResponderEliminarMercedes, un abrazo.
Algunas veces necesitamos muy poca cosa para animarnos, y a mí me animó en aquel momento el
ResponderEliminargesto del guardía. Un pequeño gesto de un valor enorme,
maiajesusparadela, un saludo.
Bueno, yo solamente soy un ser humano con mucha vida vivida, metido en muchas situciones de dificil salida, y que, a pesar de todo, creo en las personas.
ResponderEliminarLoli Salvador, un abrazo.
...y son huellas que no se borran en la vida. Estamos hechos de experiencias y recuerdos.
ResponderEliminarDeseo que Malena este animada y se vaya recuperando poquito a poco. Un beso y un ecuerdo para ella.
Carlos, un abrazo.
Hoy las despedidas y encuentros se aceptan con mucha naturalidad. Antes, sin embargo, era todo un acontecimiento. Sobre todo en los pueblos, que la gente no estaba acostumbrada a salir de casa.
ResponderEliminarjuanjo, un abrazo.
Jo Disancor qué triste me he sentido por ese soldado que bajaba por la pasarela solitario. Espero que la vida te recompensara después con miles de besos y abrazos por los que te faltaron ese día.
ResponderEliminarQuizá dejaste muchas cosas en esas tierras africanas pero lo importante es que volviste.
Un besazo