Siempre me he tenido como un bohemio romántico, gente excéntricas, no obstante, solamente tengo pequeñas excentricidades, y no es de lo que hago, es de lo que no hago, por ejemplo no me gustan los adornos en mi persona, no me gusta ponerme cadenas en el cuello, ni pendientes en las orejas, ni anillos en los dedos, ni relojes en las muñecas, no me gusta la ropa lujosa o vistosa, huyo de toda exhibición o alarde, me gusta la sencillez y naturalidad. Por eso deseo que cuando me muera mi entierro sea sencillo, que pase casi desapercibido, pocas coronas, pocas flores, con ceremonia religiosa, sí, porque soy católico, mi familia sin luto, que no me incineren, pues tengo la esperanza que un día, pasado mucho tiempo, encuentren un trozo de mis huesos y le pueda ser de alguna utilidad a la humanidad, y, por último, quiero que me entierren en un nicho o en el suelo, jamás pongan lápidas, ni adornos de ninguna clase, sólo pondrán mi nombre y apellidos, y fecha de nacimiento y muerte, con pintura negra en el fondo blanco de cal. Quiero que mi muerte este acorde con mi vida.
Nunca me he sentido propietario de nada, no he sido esclavo de nada, he sido responsable sin muchos bienes que defender, y si he conseguido algo, cuando lo he conseguido, ha sido gracias a el esfuerzo personal, no se lo debo ni a las ayudas ni a la suerte. ¿Tengo miedo a la muerte? Creo que no, que el miedo que tengo es a la enfermedad, al sufrimiento, y un poco, porque no, al misterio.
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