jueves, 27 de agosto de 2009

CASA DE HUÉSPEDES

En la mayoría de las pensiones, o casas de huéspedes se acaba viviendo en un calido ambiente familiar, con confianzas, desahogos y broncas, igualito que en casa, el mismo comportamiento que suele tener una familia normal y corriente. Yo no olvidaré nunca una de las muchas pensiones donde he vivido, por lo bien que lo pasé allí, y por todas las cosas divertidas que allí ocurrían, por los personajes tan estrafalarios que la frecuentaban, y que, en muchos casos arribaban allí huyendo de la soledad, buscando un poco de compresión y calor humano. La dueña de la pensión era una señora viuda y ya vieja, con una hija algo despistada, que la había dejado el novio; los huéspedes fijos eran: un telegrafista, joven, un señor mayor, que trabajaba en una imprenta, que decía ser anarquista y que sin vino no decía ni pío, un jubilado viudo, sin hijos, que se vino de Madrid cuando murió su mujer, y un servidor; los fijos de los domingos, estos sólo iban a emborracharse, pues la patrona vendía botellas de vino a la gente para que lo tomaran en la camilla del comedor, eran todos mayores: un barbero, que decía que era republico, un tendero, monárquico, y un cobrador, bolchevique; y entre los no fijos, gente de paso, algunos, y en su mayoría personas que se hospedaban algunos días, 5 ó 6 veces al año.
El anarquista, se emborrachaba los domingos con el republico, el monárquico y el bolchevique, se peleaban, se liaban a mamporros y todos terminaban rodando por el suelo, la patrona y la hija tratando de poner orden, el señor viudo encerrado en su habitación, porque en alguna ocasión le habían zurrado, y el telegrafista y yo, en la puerta preparados para correr a por la policía municipal, que algunas veces tuvieron que intervenir. Esto se repetía cada domingo.
Entres los clientes no fijos estaban: un curandero, un jugador profesional de cartas, un viajante de pinturas, sordo como una tapia y pesado, muy pesado, un jubilado viejísimo, que estaba todos los meses unos días en la pensión para irse de putas, feriantes, muchos feriantes, que ensayaban sus trucos en el patio, el pastor y la tuerta, mujer del empleado del pastor, y que pasaba algunos días acostándose con éste… Podría seguir, pero la lista sería interminable.
Desde entonces han pasado más de 40 años, tiempos duros, arrastrabas la vida como Dios te daba a entender, y la soledad y las frustraciones hacían que las personas tiraran de la existencia de cualquier manera. Y a pesar de todo, recuerdo aquellos tiempos y aquella pensión de locos, con nostalgia, y a sus personajes con mucho cariño.

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