lunes, 28 de marzo de 2011
PERDÓN DESDE LA FOTO
No estoy seguro que un cementerio fuese el mejor lugar para oír confidencias o historias, pero para contarlas quizás sí, por aquello del secreto, sí eso de mudo como un muerto. Promesa de oyente. Y con esa condición me contó mi amigo las historias y cosas que en aquel momento le pasaban por la cabeza, tal vez algo sugestionado por el sitio y por ser el día de los difuntos. Empezó contándome cosas de su trabajo de vendedor de la ONCE. La lucha con los clientes, lo desconsiderada que era la suerte y hasta las costumbres de la gente. Abonarse siempre al mismo número era cosa corriente, y también que pagasen por días, por semanas, meses o nunca. Y entre otras muchas cosas, me contó lo que le pasó con una señora, buena y respetable, con la sola familia de unos desconocidos sobrinos. Era aficionada a jugar a un número fijo, y pagadora de meses. De uno, dos o tres seguidos. El número lo guardaba él, y cuando le tocaba le pagaba a la señora el premio. Todo transcurría con normalidad, con una asociación que duró años. Sin novedad, hasta que después de varios meses la mujer desapareció sin dejar ni rastro. El vendedor se encontró con la disyuntiva de vender el número o seguir guardándolo, con el consiguiente riesgo para él en ambos casos. Si lo guardaba, puede que no cobrará, y sí no lo guarda y tocaba, tendría que pagar el premio de su bolsillo. Decidió guardarlo. Y paseando entre las tumbas finalizó la narración. Nos paramos delante de unos nichos, mirando lápidas y leyendo los nombres de sus ocupantes. Mi amigo se paró de pronto, exclamando sin titubeos:¡Pero si esta es la señora! Y señalaba la foto que había delante de la lápida, en un marco de plástico dorado. No dejó de señalar con el dedo ni aún cuando yo me hube acercado. La mujer, allá en el fondo sobre el papel de la foto, parecía pedir perdón por haberse muerto sin saldar antes las cuentas de la vida. La casualidad del encuentro dejó zanjado el problema. ¿Qué hubiera hecho el vendedor si no ve aquella foto? Gracias a ella quedó liberado del compromiso, aunque la deuda no fuese pagada ni siquiera reconocida. También yo empecé a creer en las casualidades o el destino, el que nos llevó a hasta la tumba de la señora, que de forma tan misteriosa pedía disculpas en presencia de un testigo.
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Curiosa historia con un toque sobrenatural
ResponderEliminarUn abrazo
Curiosa historia.Dicen que la casualidad no existe,es la causalidad.
ResponderEliminarUn beso
¡Que historia más emocionante! Me quede impresionada ya que los cementerios no me dan ninguna tranquilidad y todas las historias relacionadas con ellos me ponen nerviosa... ¡y esta es increíble!
ResponderEliminarBesitos.
¡Hermosa narración!. Casualidades, o no, estas cosas pasan.
ResponderEliminarUn abrazo.
Miguel-A.
La energía que puso tu amigo pensando en esa señora, le llevó hasta ella. Las casualidades no existen, todo tiene un por qué. Somos como imanes, todo lo que pensamos y sentimos lo atraemos. Es complicado de entender, pura metafísica nada más. En cualquier caso, mejor que paguen en el momento así se evitan estas angustias.
ResponderEliminarUn besito Disan.
Muy entretenida y algo insólita tu historia.
ResponderEliminarHola Disancor, ufffffffffffff, vaya historia más peliaguda. Pobre mujer, ha de ser duro morirse pensando en que no puede tener acceso para pagar al señor de la once que amablemente le guardaba los cupones. Una mujer sin duda honesta.
ResponderEliminarYo creo que no fue casualidad, si no, que la propia señora, la energia de la señora lo llevó hasta allí para pedir perdón y poder descansar tranquila.
Saludos y un fuerte abrazo
Vaya Historia la de hoy, Disancor...! la verdad es que menudo dilema para el vendedor de la ONCE ¿por cuanto tiempo hubiera seguido con la duda si no llega a encontrar la tumba de la señora?...; en cuanto a la señora, pues puede ser incluso que se muriese sin que la diese tiempo a pensar en el vendedor y en como avisarle de que dispusiera del Cupón como quisiera. Ahora imaginaté también la situación que plantean por ejemplo las personas que se mueren estando cobrando una prestación del Estado por Dependencia y resulta que nadie dice nada de ese fallecimiento ni aportan certificado de defunción siquiera hasta que llega a saberse...porque parece ser que ahora donde yo trabajo tienen casos así "a porrillo"...claro la Administración no se entera hasta tarde porque los familiares de los beneficiados llevan muy calladito el tema digo yo. A mi me gustaría por eso cuando me muera no tener ningún compromiso pendiente ni deuda contraída con nadie, porque a ver luego como lo aclaras desde el otro lado...en fin.
ResponderEliminarBueno el vendedor de la ONCE digo yo que tendría aún restos de la vista porque para saber distinguir a la señora de la foto...
Un Abrazo Disancor
Qué historia.. Dios, a veces pareciera que la vida misma está hecha solo de historias, de casualidades que nos encuentran al otro lado de la esquina...
ResponderEliminarMe encantó!
Un saludo desde el silencio!
Me ha encantado tu historia. ¿Casualidad???? Hace tanto tiempo que no creo en la casualidad...
ResponderEliminarBesos
Pues seguro que ahora va y toca!
ResponderEliminarAins... no somos nadie, jeje
Un saludo
UT
Simpática historia... es que los cementerios dan para mucho.
ResponderEliminarUn beso