TÉRMINOS MÉDICOS

Me temo que desde hace tiempo mi entendimiento no funciona igual en todos los conocimientos, y donde más se nota es en los temas científicos, y mucho más en los términos médicos. No me refiero a las recetas antiguas, que ni los farmacéuticos interpretaban correctamente, me refiero al leguaje de la ciencia y de los facultativos, a las publicaciones y al prospecto de las medicinas. Y por si fuera poco, hoy hay que añadir la cantidad de especialidades tratadas con nuevos artilugios, haciéndose necesario saber más de nuevas tecnologías que de medicina.

Me declaro incapaz de competir con el lenguaje de los médicos. Pero eso no me crea ningún trauma, pues aunque no sepa el nombre del mal que me aqueja, mi maltrecha salud no va a empeorar más de lo que ya esta. Instruido o ignorante, voy a seguir igual de jodido. De nada sirve conocer la evolución del daño, ni el nombre del enemigo, si no hay remedio para vencerlo. Y, desde luego, tampoco se soluciona sabiendo las propiedades y el nombre de muchos medicamentos.

No me gustan los médicos, porque los asocio con el dolor y la muerte. Sin embargo, confío en esos profesionales de bata blanca empeñados en darle vida al tiempo arrancándosela a la muerte. Con esa confianza dejo que sean ellos los que interpreten las palabras mágicas de su ciencia.

¿Puede importarme con que palabra será certificada mi defunción? Sea la que sea, el resultado siempre será el mismo. Todavía vivo, pienso que no quiero saber cual será la causa de mi muerte.

Ya no quedan esperanzas. Para la ciencia será tarde y para el cielo me falta la fe. Y no, no quiero saber más palabras.

No sé como me ha salido esta entrada, pues, no estoy triste ni desanimado. O quizás, en el fondo, sea mi estado de ánimo el que tenga tendencia a verlo todo negro.

Sin leer lo escrito, le doy a publicar.