lunes, 29 de noviembre de 2010
EL BOCADILLO DE JAMÓN
Muchas enfermedades del sistema nervioso parecen puro cachondeo, y es que no es para menos. Presentan raros síntomas de comportamientos, de deseos, de necesidades, de movimientos, de tic y de extraños dolores. De esos que cuando un médico no sabe que decirle al enfermo, le diagnostica “dolores nerviosos”. De esas enfermedades puedo contar mucho, porque son muchas las que he visto, y en unos tiempos que las enfermedades parecían que eran más graves o menos graves, por lo poco que se sabía de ellas. Hoy se las tiene a casi todas catalogadas y fichadas, y por raras que resulten, siempre se tiene una buena explicación, aunque el enfermo se muera. Así las cosas, imagino que lo que le ocurría a mi colega de habitación en el hospital era de lo más normalito. Se ve que había pasado mucha hambre, y eso lo tenía archivado en la cabeza. Quizás fuese eso lo que le inducía a registrar las mesillas de noche de otros enfermos para quitarles la comida y guardarla en la suya. Y así transcurrían los días. Nosotros, sometiéndole a estrecha vigilancia; él acumulando alimentos en cualquier descuido. Su vocabulario se reducía a la comida.
Una mañana se subió a un depósito de agua, y desde arriba gritaba que o le daban un bocadillo de jamón o se tiraba de cabeza. Se armó un revuelo impresionante. Acudieron médicos, enfermeros, monjas, cocineros, soldados de guardia, enfermos y todo al que le llagó la noticia. Los de abajo gritaban que bajase y que no hiciese tonterías; y él chillaba, cada vez más alterado, que o le subían el bocadillo o se tiraba. Accedieron a sus exigencias y le prometieron que en cuanto bajase le daban el bocadillo. A lo que él contestó que naranjas de la china. Su condición era que tenían que subírselo. A esto contestaban los negociadores que el depósito estaba muy alto. Después de una hora de tira y afloja, surgió un voluntario valiente que se ofreció a subirle lo que pedía. Ni siquiera le permitió subir el último peldaño de las escaleras. Le arrebató el bocadillo y lo mandó para abajo, prometiendo que cuando se lo comiese bajaba. Cumplió su promesa, y, aunque sin mucha prisa, bajó como si nada hubiese pasado.
Unos días después se repitió la misma historia. Todo exactamente igual, pero con algunos espectadores menos. Y así algunas veces más, hasta que al final bajaba el solito, porque ya no le hacían ni puto caso. De todas formas siempre nos quedará la duda ¿Y si se hubiese tirado?
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Si se hubiera tirado no hubiera podido probar ningun otro bocadillo de jamon
ResponderEliminarPues no se hubiese tirado, lo que pasas es que tenía que tirar al máximo de la cuerda para lograr su objetivo y no mostrar indicios de flaqueza, ¿no ve que uando dejaron de hacerle caso se bajaba él solito?.
ResponderEliminarEste caso es muy llamativo, pero todos jugamos un poco a pedir y ver hasta donde podemos llegar y hasta donde nos aguanta, o viceversa.
Muy utilizado por los niños en vías de educación: o rabieta o capricho.
Un abrazo Á
Qué historias nos cuentas, de verdad. El caso es que no le salió del todo mal al susodicho. Hasta que vio que pasaban de él.
ResponderEliminarEsto me recuerda un chiste muy simple pero que tiene su aquel: Tonto, ¿de qué quieres el bocadillo?. De jamón mismo.
En cuanto a las enfermedades, hubo un tiempo en que los médicos, sin más , todo lo achacaban al tabaco y decían eso de que es que usted fuma y eso repercute en tal o cual dolencia. Claro que el tabaco perjudica y mucho pero no sé hasta qué punto achacarle tanto al resto de enfermedades no respiratorias o del corazón. Tengo mis dudas.
Un abrazo amigo Disancor de Mos desde su orilla.
Que historias nos cuentas, me ha gustado aunque no sé si es real.
ResponderEliminarLas enfermedades y los médicos, bueno yo ya procuro ir lo menos posible, cada vez que voy una pastilla más que no me hace nada.
Besos
Pues menos mal que bajó poco a poco ,si no...jeje.
ResponderEliminarEs lo mejor que pudieron hacer, pasar de él, si no, la tiranía hubiera ido a más, eso, seguro. El quería su bocata, sí, pero a su vida también. Tan tonto no era, eh?
ResponderEliminarQué cosas pasan de todas maneras!
Un besito!
¡Pobre hombre!
ResponderEliminarEl hambre y las necesidades sufridas dejaron en él marcas terribles.
Conocí el caso de una mujer que había pasado la guerra en Italia y mucha hambre. Ya establecida en Argentina, y sin necesidades de ningún tipo, guardaba sus restos de comida en el ropero, para que nadie se los comiera. El sufrimiento deja sus secuelas.
mariarosa
No es la primera vez que escucho de un caso así, aunque no tan extremo. Sin duda el hombre no se hubiera tirado, o eso quiero creer. De todos modos, menos mal que le hicieron caso la primera vez, porque hubiera sido terrible que alguien se quitara la vida por un bocadillo de jamón.
ResponderEliminarUn abrazo, y feliz semana!
Pobre! me da un poco de pena.... Al final era un enfermo así que sus reacciones creo que estaban justificadas.
ResponderEliminarMenos mal que nunca se atrevió a tirarse y todo quedó en un susto
Un abrazo
Ut
La audacia humana, no tiene límites, cuando uno pasa hambre se le agudiza el ingenio, ¿no crees?
ResponderEliminarUn abrazo
Pienso que no de hubiese tirado. Aquel que lo anuncia tanto sólo quiere llamar la atención.
ResponderEliminarEs una pena el pasar hambre y tener en su mente esa fijación.
Pero era un poco listillo, ehhh podría haber pedido un cacho de pan, jaja pero él no...un bocadillo de jamón.
Un abrazo
jajaja, vaya con el del bocadillo del jamón...bueno mejor no experimentar a ver si se tiraba de verdad porque si lo llega a hacer y se mata en la caída menuda responsabilidad para el Hospital y todo por un bocadillo de jamón, aunque él también sabría que si se tiraba realmente no habia posibilidad de probar siquiera el jamón... en fin pasar hambre causa estragos. A mi me contó hace mucho tiempo una Amiga que en sus tiempos más jovenes habia carencia de muchos alimentos entre ellos los platanos porque estaban muy caros y cuando pudo comer platanos con normalidad, se lio a comer un platano detrás de otro y claro la dió una indigestión de comer tantos platanos.
ResponderEliminarLas Enfermedades y los Médicos, hoy dia cuanto menos se vaya a los médicos mucho mejor, porque estan conchavados con la industria farmaceutica y con las multinacionales de los transgenicos y en lugar de curarte más bien te enferman más....asi que yo voy lo puramente imprescindible. La ultima vez que fui me dice la médica que si prefiero utilizar un envase unico de 80 pastillas en lugar de utilizar dos de 40 creo que vienen a ser...por mi enfermedad crónica, pero que eran de otra marca distinta y la dije que no, que a mi me daba igual seguir con los mismos envases que hasta ahora y yo que estaba esperando que me dijera que ya no hacia falta que me tomara ninguna pastilla que eso hubiera sido lo bueno. En fin...disculpa la extension.
Un Abrazo Disancor
A quién señalaríamos con el dedo si se hubiese tirado?? Quizás deberíamos reflexionar to2s!
ResponderEliminarAbzs del Alma, Disancor y muchísimos besos!!
Aquel joven esaba muy loco, y era arrisgado esperar si se tiraba o no se tiraba. Además, hacía poco hubo un caso de suicidio al lanzarse un enfermo desde un balcón.
ResponderEliminarjuanjo, un abrazo.
Vaya historia! Me imagino que los médicos no le hubiesen permitido que se tirase.
ResponderEliminarBesines
A pesar de lo chistoso del caso, el protagonista estaba ingresado en el hospital por un grave problema mental. Hoy se tendrá nombre para aquella enfermedad, pero entonces, sencillamente, estaba loco.
ResponderEliminarÁngeles Hernández, un abrazo.
Estuve dos años ingresado en hospitales militares, y, la verdad, vi de todo. Desde lo más cómico a lo más dramático. Y nada de quejarse, se vivia bajo la disciplina militar de una dictadura. Derechos, cero.
ResponderEliminarMos, un abrazo.
En estos tiempo aquel tipo de historias son impensables, pero en aquellos años eran hasta normales. Lo que cuento ocurrió en un hospital donde yo estaba ingresado.
ResponderEliminarLa reina del mambo, un beso.
Bueno, afortunadamente parece que las intenciones del muchacho no eran las de clavar la cabeza en suelo, y al final se dió por vencido.
ResponderEliminarSusy, un beso.
Aunque estaba alli por loco, pero en su locura había momentos de ´lucidez que le permitían hacer lo que más le convenía.
ResponderEliminarion-laos, un beso.
Sí, se cuentan muchos casos del trauma que dejó el hambre en algunas personas. Y son cosas que se fijan en la mente con tanta fuerza que aunque mejore la situación no hay forma de desterrarlas.
ResponderEliminarmariarosa, un beso.
Era muy peligoso esperar haber si cumplia su amenaza. Se montó un gran revuelo, y con la enfermedad que tenia el protagonista, cualquiera se fiaba que no cumpliese la amenaza.
ResponderEliminarZarzal, un abrazo.
Comparando el trato que le daban a los enfermos con los que dan hoy, aunque sean hospitales militares, hay un abismo. Entonces, aún con un pequeño problema nervioso, te trataban como a un loco. Eran tiempos terribles.
ResponderEliminarUt, un abrazo.
Es verdad, la necesidad agudiza el ingenio, y eso vale hasta para personas que no estan en sus cabales. Por ejemplo, el joven de la historia tenía la idea fija de la comida, y para conseguirla recurría a cualquier cosa.
ResponderEliminarMIMOSA, un abrazo.
Sí, su problema era con la comida, y para conseguir lo que quería tenía que llamar la atención. Sin embargo, asusta un poco, porque nunca se saben sus intenciones. ¿Y si llega a tirarse?
ResponderEliminarPrincesa 115, un abrazo.
Bueno, yo tampoco me fio mucho de los médicos, y hasta pienso que para gozar de buena salud es mejor esta lejos de ellos. Sin embargo, !los necesitamos tanto! Las cosas han cambiado muchos, en los tiempos aquellos casi todas las enfermedad de un tipo se curaban con las mismas pastillas.
ResponderEliminarmariaje 15, un abrazo.
De malas! Sin bocadillo de jamón para siempre y por siempre!
ResponderEliminarUn Besito Marino
Malena, me he alegrado mucho con tú presencia, y me alegro que tus problemas informáticos esten resueltos, así ya podemos contar contigo.
ResponderEliminarDeseo que te encuentres bien.
Un abrazo.
Bueno, en el fondo creo que los locos se vuelven un poco niños, y hasta tienen parecidas rebietas, la misma forma de conseguir las cosas. Estos no eran casos aislados en los hospitales militares de hace 52 años. Sucedían cosas de las más raras.
ResponderEliminarLuna, un abrazo.
La reacción de una persona nunca es previsible, y mucho menos la de un enfermo mental con una idea fija en la cabeza. Hay que pensarlo mucha antes de contrariarle.
ResponderEliminarVane, un beso.
El hombre estaba loco por un bocadillo de jamón. Esa es la impresión que se podía sacar en un primer momento. Sin embargo, su mal era más doloroso y más profundo. Eso es lo más triste.
ResponderEliminarTita la más bonita, un beso.
A ver quien se atreve en un caso asi a la primera a no hacer le caso.
ResponderEliminarPero bueno al fin y al cabo. Loco si, pero tonto no.