sábado, 12 de septiembre de 2009

COSAS DE LOCOS.

Cerca de dos años estuve ingresado en Hospitales Militares, fue tiempo perdido, malgastado en raros diagnósticos y más raros tratamientos, no me quejo, qué remedio, sin embargo, por la cantidad de experimentos que hicieron conmigo, probé desde nuevos medicamentos hasta infinidad de artilugios eléctricos, pasando por radioterapia y electoshort, dando palos de ciego, con la esperanza de a veer si quizás. En aquellos tiempos la medicina estaba todavía bastante atrasada, y del sistema nervioso no se sabía casi nada, y las trataban los siquiatras, que tenían fama de estar más locos que los pacientes. Yo siempre estuve en la llamada “sala de los locos”, por el hecho de estar ingresado allí, pues, eso, estabas loco, y como a tales nos trataban. Tu opinión no contaba porque estabas loco, y si a eso añadimos la disciplina y código militar, pues el enfermo era menos que nada. Obedecer y callar. Todavía no se había inventado el Defensor del Soldado. No niego que hubiera muchos locos, pero había muchos más cuerdos, sin embargo a cualquiera de nosotros nos podían encerrar en una celda, atarnos a la cama de pie y manos, alimentarte con sondas, etc. Podría contar muchas cosas, y referir infinidad de anécdotas, pero, por que son cosas de locos, prefiero no ahondar en el tema. Para mi fue una mala experiencia, de esas que no se olvidan nunca, que marcan para toda la vida. Los enfermos éramos como cobayas humanas, un tratamiento se ponía tanto para curar como para experimentar, fue el caso de la Insulina Roxane, que nos la inyectaban en ayuna a enfermos con muy distintas enfermedades nerviosas, o el electroshot, o hasta, se oía por allí. Pentotás, decían para hacer psicoanálisis. Surrealista. Pese a lo dicho, los médicos militares tenían fama de ser los mejores del país, y tal vez lo fuesen, y sus modos de ejercer la medicina fueran los correctos para aquellos enfermos y para aquellos tiempos.

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