miércoles, 25 de agosto de 2010

ENTRE DOS FUEGOS


La noche oscura era la mejor aliada de aquel aprendiz de espía. La palabra más acertada para una misión de escucha en una guerra extraña, con alambrada, campo de minas y latas atadas para que hiciesen ruidos si se acercaba el enemigo, esos enemigos feos y malos que hay en todas las guerras. Y también estaban los soldados, los centinelas, los cañones, los fusiles y las bombas. Y, entre la alambrada y el enemigo, agazapado en cualquier agujero de la tierra y envuelto en una manta, se encontraba ese espía especial, llamado escucha. Su equipo de transmisiones era una cuerda atada a la muñeca, cuyo extremo lo tenía el centinela en el puesto de guardia. Mediante tironcitos se transmitían las noticias, y en el caso extremo que descubriesen y matasen al escucha, intentar recuperar su cadáver arrastrándolo con la cuerda

Esa misión, aunque peligrosa, solía ser tranquila. Todo el trabajo consistía en permanecer quieto con la vista y el oído muy atentos. Antes de amanecer se regresaba pasando por un agujero practicado en la alambrada.

No todas las noches de tiroteo era porque nos atacase el enemigo, era porque algún centinela se aburría y pegaba los primeros tiros, motivo más que suficiente para que todos participásemos en el fregado, y cada cual tiraba con lo tenía más a manos. Era muy difícil saber que participación tenía el enemigo en el tiroteo, si es que tenía alguna.

Quizás, más o menos, fuese lo que me ocurrió aquella noche. Estaba yo tendido en el suelo envuelto en mi manta, confundido con la oscuridad y el silencio, con el oído puesto en cualquier ruido que pudiera producirse. De pronto sonó el trallazo seco de un tiro, al que siguieron otros y otros más, y explosiones de bombas. La noche quedó rota, como si fuese el principio del fin del juicio final. Por encima de mi silbaban las balas, y la tierra se estremecía con cada una de las explosiones. Me arrastré a un lado buscando un lugar más seguro. Con mi movimiento se le escapó la cuerda al centinela que la sujetaba, y entró en la zona donde estaban las latas, haciendo un ruido infernal cuando las tocaba la cuerda. Inmediatamente todos los tiros fueron en aquella dirección. Me refugié detrás de un montón de piedras,
llegando a la conclusión que yo era blanco de los míos y de los otros. Así amaneció y entonces puede ver que me encontraba en el campo de minas. Por el miedo, dejé de respirar y de moverme, sólo se notaba que estaba vivo por el sudor de mi frente. Cuando me recuperé un poco del susto empecé a pensar como salir del atalladero, salvando el pellejo. Asomar la cabeza o ponerme de pie para que me vieran mis compañeros, lo descarté por peligroso. Y, la verdad, no había muchas soluciones para elegir, teniendo en cuenta que me encontraba en mitad de un campo de minas. Ya había tenido suerte de llegar hasta allí sin saltar por los aires, para salir, más que suerte, necesitaba ayuda. Se me ocurrió una idea, aunque estaba seguro que serviría de pitorreo. Lo único blanco que llevaba eran los calzoncillos. Me los quite como pude, sin moverme mucho. Sin apenas sacar los brazos, los extendí encina de las piedras, y me puse a rezar porque un compañero los viera, y reconociera unos calzoncillos usado por los soldados del ejército español. Con eso y la noticia de la desaparición de un soldado, puede que la suerte me diera otra oportunidad para seguir respirando.

Y me la dio Aquella noche salvé la vida muchas veces, tantas como veces temí que la perdería. Con la duda en el ánimo de si estaba vivo o muerto, fui rescatado por mis compañeros.

Esta es una de esas insignificantes historias de guerra. Insignificante, porque son las que viven los soldados y no los generales.

27 comentarios:

  1. ABSOLUTAMENTE GENIAL. Describes a la perfección una situación y la resolución es fantástica. Me ha gustado muchísimo y hasta he echado una carcajada...
    besos

    ResponderEliminar
  2. Buenas.
    Que bien descrita la situacion. Los pelos de punta solo de ir imaginando la situacion en la que llegaste a encontrar.
    Lo que si me ha hecho gracia, dentro de lo que era la situacion es lo de los clazoncillos!
    Menos mal que pudieron rescatarte y asi tu contarnos la historia.
    Que supongo ahora te reiras... pero en el momento, ninguna gracia!
    Eres genial!
    Besos
    Rosa

    ResponderEliminar
  3. Madre mía, mi queridísimo Disancor...qué horror!!!
    He leído sin respirar apenas.
    Debió de ser una noche horrible donde los minutos no terminarían nunca de pasar. Un chaval asustado en medio de la oscuridad, oyendo los disparos y las explosiones...uffff...

    Te has convertido en un hombre tan genial que sabes sacar su punto de humor a cualquier situación y escribarla con la maestría de un premio nobel.

    Te admiro.

    (Y te quiero mucho)

    ResponderEliminar
  4. Pues que relato tan conmovedor, y si es cierto, son ellos los que ponen el pecho para las balas y los generales para las medallas, Dios los proteja, seguro sus mamás piden sin cesar por sus héroes anónimos!

    Un Besito Marino

    ResponderEliminar
  5. Disancor, no es unicamente Amelía la que cortaba la respiración leyendo el relato, yo también estaba en vilo...como si lo estuviera leyendo, pero bueno lo Importante es que Salvaste la Vida y estás aquí para Contarlo; precisamente creo que la historia no tiene nada de insignificante sino todo lo contrario precisamente porque sois los soldados y no los generales ó los políticos que ordenan la guerra, los que os jugais la Vida a cada minuto...¡ya me gustaría a mí ver en tu situación ó en la de otros tantos soldados, a los que dirigen y organizan la guerra como por ejemplo a día de hoy a Bush, Aznar, Blair, Obama, Zapatero ó a los políticos sionistas como Netanyahu, Lieberman,...si tuvieran que jugarse ellos la vida seguro que se les quitaban las ganas de organizar las guerras.
    Te Admiro y Me Alegro Amigo que estés vivo para contarnos la historia, ...la verdad es que me ha hecho gracia lo de los calzoncillos...jajaja
    Besos

    ResponderEliminar
  6. Ufff que de cosas has vivido Disancor!!! Madre mía, leyendo estas historias se me pone la carne de gallina pensando en como te sentirías al vivirlas.

    Nada en ti es insignificante Disancor, todo es admirable, no sólo tus vivencias también tu punto de vista sobre ellas y tu forma de contárnoslas.

    Un besazo con achuchón

    ResponderEliminar
  7. Gracias al cielo que estás para contarlo. Excelente relato con un gran manejo estratégico para mantener al lector en vilo. Genial trabajo y hasta con la cuota de humor necesaria y un final sin desperdicios. ¡Felicitaciones!Un abrazo.

    ResponderEliminar
  8. Como me gusta cuando hablas de la guerra! Son experiencias tan duras y profundas que me llaman mucho la atención. La tensión, el miedo, la oscuridad, la incertidumbre, la falta de información...todo eso vivido en una sola noche! solo de pensarlo me pongo enfermo...

    Un abrazo

    Ut

    ResponderEliminar
  9. Son situaciones que nunca se olvidan. Dejan huellas tan profundas que por mucho tiempo que pase parece que los hechos ocurrieron la noche anterior.
    WinnieO, un beso.

    ResponderEliminar
  10. En situacónes de mucho peligro, si conseguimos mantener la calma, es cuando más se aguza el ingenio. Lo de los calzoncillos fue una buena idea
    Luna, un abrazo.

    ResponderEliminar
  11. Bueno, pienso que todas las personas han pasado, a lo largo de su vida, por situaciones límites. La mía tuvo de especial mi poca edad. Contento de poderlo contar, y hasta con un poco de humor.
    Amelia, un abrazo.

    ResponderEliminar
  12. Nunca mejor dicho, y es la verdad que para los soldados son las balas y para los generales las medallas. Siempre ha sido así y siempre lo seguirá siendo.
    Tita la mas bonita, un beso.

    ResponderEliminar
  13. Los políticos y los mandos militares declaran las guerras para que peguen tiros y se maten los soldados y mandos poco importantes. En mi caso, afortunado por poder contarlo.
    mariaje 15, un abrazo.

    ResponderEliminar
  14. De mi vida lo que puedo decir es que ha sido de todo menos tranquila. Ha habido situaciones que nadie hubiera querido vivir, pero no me quejo, en el fondo, he vivido como he querido. Me han quedado muchas cosas para recordar.
    silver, muchos besos.

    ResponderEliminar
  15. Reconozco que no soy un genio escribiendo, me salen las cosas de chiripa porque ni siquiera corrijo, el que me salga bien, yo creo que es porque escribo recuerdos sin inventar nada.
    Alma Mateos Taborda, un abrazo

    ResponderEliminar
  16. Fue una noche terriblemente larga, de esas noches que parece que no van a terminar nunca. Controlar el miedo en la situación que me vi metido no era fácil, pero el sentido de supervivencia hace que nos comportemos como unos valientes.
    Ut, un abrazo.

    ResponderEliminar
  17. Visto desde la distacía tiene una cierta ternura y encanto. Supongo que en parte por la humildad tecnologica de los tiempos pasados y la necesaria laboriosidad para obtener lo requerido.

    Una gran historia, un gran relato.

    ResponderEliminar
  18. En estos tiempos es impensable que como equpo de transmisiones se pueda utilizar una humilde cuerda. La necesidad aviva el ingenio.
    Uno, un saludo muy cordial.

    ResponderEliminar
  19. Genial historia amigo, lo que es vivir en carne propia las historias que me contaban de crío... y que razón tienes que en ellas no salía ningun general por ninguna parte.
    Me encantó, como a todos los que te leemos, y por si no lo sabes U.T. te postea en su blog.
    Felicidades amigo. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  20. Ninguna guerra es buena. Con que fluidez narras esos momentos tan terribles.Muy buena entrada.
    Un saludo.

    mariarosa

    ResponderEliminar
  21. Amigo Disancor, aunque escasa de tiempo os sigo leyendo a todos poco a poco y hoy me he dicho que tenia que comentar. He leído tu entrada y hasta yo misma me he quedado un instante sin respirar.
    Desconozco si los calzoncillos eran blancos como bandera de paz.
    Como se puede apreciar, eres un hombre ingenioso y valiente.
    Un abrazo en esta mañana de verano y que sigas bien.

    ResponderEliminar
  22. Ojala que no existiera la palabra guerra, ni siquiera en los relatos de ficción. La humanidad saldría ganando.
    mariarosa, un saludo.

    ResponderEliminar
  23. Cualquer cosa es buena si te permite salvar el pellejo, y en aquel momento no había otra cosa mejor que unos calzoncillos blancos.
    Loli Salvador, bienvenida.
    Un abrazo-

    ResponderEliminar
  24. Son historias que`parece que se viven en todo su dramatismo cada vez que se recuerdan. Duran en la memoria lo que dura la vida.
    Emilio, un abrazo.

    ResponderEliminar
  25. "Para hacer la paz se necesitan por lo menos dos; mas para hacer la guerra basta uno solo." (Neville Chamberlain.)

    ResponderEliminar
  26. Es verdad, un sólo loco nos puede meter en una guerra, pero para firmar la paz hace falta más de uno, y además tienen que estar cuerdos.
    Marie, un saludo.

    ResponderEliminar
  27. Insignificante, no, mi querido Dis..
    Nunca lo es lo q llega al corazón!!

    TQ!

    ResponderEliminar