Sólo una anécdota.
La Feria de Muestras
era muy importante, como también lo era el nombre de Servicios Fotográficos de
Feria, y, sin embargo, el jefe responsable de ese servicio era un modesto
fotógrafo. Y así mismo era modesto, tirando a miserable, el cuarto de la limpieza
que le asignaron como laboratorio. Situado debajo del hueco de unas escaleras y
al lado de los servicios y aseos. Aquel
improvisado laboratorio no tenía ventilación, ni agua corriente. Lo más útil que
encontré fue un enchufe y una bombilla en el techo, que cambié por una lámpara
roja de seguridad para revelar fotos. Y
en el enchufe coloqué un flexo y la ampliadora que instalé sobre una mesa al
fondo de aquel largo y estrecho túnel lleno de cubos, fregonas y escobas. Olvidaba
decir que el agua la cogía de los servicios y que la puerta de mis dominios no
se cerraba por dentro. No obstante, ni con la puerta abierta y la luz roja se
veía mi espacio de trabajo.
Y no diré que
trabajar en aquel cuchitril de la limpieza fuese agradable, pero no negaré que
fue muy divertido. Hasta me entretenía haciéndome apuestas a mi mismo de quien lo
conseguiría, de quien saldría despavorido, de quien quedará quieto como estatua
o quien regresaba para asegurarse de lo que le parecía haber visto y oído.
Y es que la cosa no
era para menos. El personal confundía la puerta de mi laboratorio con los
servicios y aseos, y se colaban hombres, mujeres y niños a aliviar la vejiga.
Con la luz roja y mis gritos al fondo, es de imaginar que muchos de los meones
creyeran verse en la antesala del infierno. Y hubo quien se meo, no sabremos si
de miedo, pero la mayoría daban las espantadas asustados y muchos hasta con el
pito en la mano.
Entonces y ahora, me
parecen divertidas anécdotas que a todos nos van ocurriendo a lo largo de la
vida.
Vaya Disancor, eras el jefe fotógrafo responsable de La Feria de Muestras.
ResponderEliminarJajajaja, lo has contado como si fuera un cuento, un cuento macabro. Seguro te diste buenos días de risas de aquellos que pasaron a tu estancia de trabajo pensando que eran los servicios. ¡¡Qué bueno está el escrito!!
Saludos y besos
¡Muy divertido, Diego!.
ResponderEliminarUn abrazo.
Miguel-A.
ja,ja,ja... Magnífica y divertida anécdota.
ResponderEliminarUn abrazo
Es real que a la distancia todos esos detalles resultan risueños y pensar que en ese momento pudo ser un fastidio trabajar allí.
ResponderEliminarbuena semana.
mariarosa
Y la humanidad que le diste a aquel lugar con tu presencia, es también muy importante. Si que lo pasaste bien, sí, jajajaja, me imagino la escena y me troncho de la risa, jajaja. Seguro que los asustaos también se acuerdan.
ResponderEliminarBesos Disan.
Las caras se habrían podido fotografiar en esos momentos.
ResponderEliminarMuy bueno.
Si se toma uno con humor las cosas que van pasando a lo largo de la vida, después se pueden contar como recuerdos de anécdotas divertidas. Yo de eso tengo buena cosecha, porque nunca he visto lo desagradable y feo de las cosas.
ResponderEliminarIsa, un abrazo.
ResponderEliminarEs lo bueno que tienen las cosas si no se toman por lo más desagradables, que acaban siendo divertidas hasta cuando se cuentan, y además que participan otras muchas personas de lo cómico. Quizás la forma de contarlo sea un poco chunga, pero lo importante es que se entienda.
Miguel A., un abrazo.
La verdad que a pesar de lo desagradable que resulta que la gente se pongan a mear delante de uno, yo la situación la convertir en algo divertido- Claro, que remedios.
ResponderEliminarAnrtorelo, un abrazo.
ResponderEliminarCierto que trabajar en semejantes condiciones se hacía muy difícil, y sólo con una buena dosis de humor pude aguantar hasta el final de la feria.
Maria Rosa Giovanazzi, un beso.
Esto demuestra que un fotógrafo de entonces puede contar muchas anécdotas tan cómicas como esta de la entrada. Era una profesión muy propensa a la creación de situaciones raras. Hoy es más limpia y elegante.
ResponderEliminarion-laos, un beso.
Sí, hubiera sido interesante ver las caras que ponían cuando eran conscientes del sitio donde iban a originar. Sobre todo, cuando se daban cuenta de la luz roja y mis gritos en la oscuridad.
ResponderEliminarGamar, un saludo.
Solamente los muy grandes como tú, pueden contar anécdotas como la tuya en primera persona.
ResponderEliminarUn saludo. Juan
Bueno, me considero una persona muy normalita. No me gusta exagerar lo trágico de la vida para hacerla fácil y sencilla. Las cosas siempre las he contado como ocurren, y si puede ser, con una pizquita de humor, aunque sea negro. Vivir es maravilloso, hasta estando jodido.
ResponderEliminarJuan, un saludo.
Y a pesar de todo ahí esta,tu trabajo tu herencia que nos queda a todos los Dombenitenses con tu adelanto a los tiempos y supistes sacarle provecho. H oy en la nueva Feval hay esplendorosos edificios con los mejores instrumentos y salas de tecnologias modernas y no sabemos todavia si serviran para algo
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ResponderEliminarSobre el 18 ó 19 de este mes se cumplen los treinta y cinco años de la inauguración de la primera FEVAL en las instalaciones de la Escuela de Capaces Agrícola. Fue toda una aventura, pero no se puede negar que su trayectoria durante años ha sido un éxito. Es ahora cuando parece que ha comenzado su decadencia. Esperamos que sea fácil superarla. Aunque queden siempre fotos para recordar sus tiempos de esplendor.
Anónimo, un saludo.
Me ha gustado esta anécdota, Diego. Qué cosas nos pasan a veces.
ResponderEliminarUn abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.