lunes, 4 de enero de 2010
EN UNA PENSIÓN
La que se montó en la pensión aquella mañana! Bueno, pensión o lo que fuese. A mi me había llevado hasta allí un señor bajito y calvo, con pinta de churrero, que la noche anterior gritaba por los andenes de la Estación de Delicias de Madrid, “hay pensión, tengo habitaciones” Se acercó a mi, y como si tratara de contarme un secreto, me susurró: “tengo una habitación aquí cerca” Yo contesté: “Bueno. Vamos” Tomamos un Metro, luego otro Metro. Después una calle, luego otra calle, y después de muchas calles más, nos encontramos subiendo las escaleras de un quinto piso. Mi guía, mi acompañante y colega del interminable paseo, llamó a una puerta y después de esperar un rato, asomó por la puerta la desgreñada cabeza de una señora con cara de sueño, gorda y vieja. Sin otra luz que la del pasillo, la señora me pidió el importe del hospedaje. Se alejó unos pasos, y con la mano me indicó que me acercara. Muy bajito me dijo que aquella era mi cama. Entonces me fijé en el panorama, y aunque apenas había luz y no se veía bien, por el olor a pies sudados y los ronquidos, se podía adivinar la cantidad de personas que dormían en aquel salón. Yo, acostumbrado a estos estrellados hoteles, me desnudé y metí la ropa debajo de la almohada. Y dormí bien, y dormido estaba cuando unos gritos me despertaron. Ya era de día, la luz también estaba encendida,, y un señor alto, flacucho, con las patas torcidas y en calzoncillos, gritaba rojo de ira:”Señora, por sus muertos, llame de una vez a la policía” Y la señora haciéndose la sueca preguntaba: “¿Pero que ha pasado?” Y él chillaba y daba saltos igual que un mono, con calzoncillos tirando a blancos: “!Me han robado todo, la maleta, la cartera, la ropa, sólo me han dejado esto!” Y se daba tirones en la única prenda que tapaba sus miserias. Al fin todos los huéspedes alborotados, gritando, insultando y acusando de ladrones a los que ya se habían ido. Y todos apresurados en vestirse y salir pitando antes que llegase la policía. De cualquier rincón del piso salían huéspedes vistiéndose de prisa camino de la puerta. Hasta una mujer de la vida acabó poniéndose derecha una teta ya en la salida.
¿Qué como acabó aquello? No lo sé. Nunca lo supe, ni me atreví a imaginar la suerte del pobre hombre robado, ni la de la patrona del chiringuito. Lo que si estoy seguro que no llamaron a la policía, que el hombre con pinta de churrero siguió yendo a la Estación de Delicias para llevar huéspedes al hotel de las estrellas, y así seguir aliviando su economía.
Cosas de ayer contadas hoy con la suavidad, la nostalgia y la chispa de ironía que el tiempo pone a las cosas pasadas. Así era y así es la vida.
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Vaya, escribes muy bien.
ResponderEliminarTu relato me recordó las pelis de "el pisito" y muchas de Belanga y sus colegas.
Asi es la vida, si, y hay que capearla.
Por cierto, he abierto mi blog privado desde primeros de año asi que si quieres visitarme alli, te dejo mi enlace:
http://pluvisca.blogspot.com/
Un saludo y gracias por la visita a mis bichines
Muy buen relato, triste por la nostalgia del pasado y gracioso por lo sucedido... (menos para el que se quedó en calzones). Muy bueno amigo, buen trabajo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Menudas vivencias y pobre hombre el robado!!! Que cosas has tenido que vivir. Cuando estaba leyéndote pensé que al ver las condiciones del hostal te darías media vuelta, cuando he visto que te quedaste a dormir ahí he pensado que tuviste mucho valor.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu segunda visita a mi blog, me has dibujado una sonrisa y hoy me hacía falta.
Siempre son un lujo tus visitas y tus comentarios, muchísimas gracias.
Un beso gigante
Muy agredecido por tú visita y tú comentario.
ResponderEliminarSí, el episodio era de la misma época de las películas de Berlanga, que tan bien supo retratar aquella España.
Puedes dar por seguro que te visitaré en tú nuevo blog.
pluvisca, un saludo.
La España de aquellos años era tan triste como cómica. Se hacían muchas cosas raras para sobrevivir. Parecían milagros, pero era coraje.
ResponderEliminarTuvimos años muy duros.
emilio, un abrazo.
De todos los personajes del relato me quedo con aquel pobre hombre de la Estación, de las filigranas que tenía que hacer para llevar unas pesetillas a casa. El quedarme en la pensión más que valor fue necesidad, aunque en aquellos tiempos te podían robar hasta el apellido sin hacerte daño.
ResponderEliminarsilver¨smoon me alegro ser el autor de esa sonrisa. Alégrate que los Reyes Magos seran muy generosos, y si no te lo traen todo de una vez, te lo irán trayendo a lo largo del año. Seguro.
Un abrazo.
Vaya, vaya qué habitación más divertida!!!
ResponderEliminarNo os echarían para dar paso a otros huéspedes y así sacar más beneficios???.
Me gustó especialmente tu entrada. Original, divertida y nostálgica.
Un besico fuerte, fuerte, amigo
No seas tan mal pensadas,¿iba ha engañarnos el robado y la patrona? Buenos cómicos si había entonces y con mucha hambre.
ResponderEliminarEmibel, aunque lo intento, no salgo de los recuerdos. Parece que estoy atrapado entre dos vidas, la que viví y la que estoy viviendo
Un beso.
A mi también me han recordado aquellas estrafalarias peliculas de hace tanto a medio camino entre el humor y el surrealisto. Al relato solo le faltaba un José Luis López Vázquez o una Florinda Chico :-)
ResponderEliminarSin duda eran otras tiempos.
Me gustan las películas de mis recuerdos, en ellas no se exagera nada, era la España de aquellos tiempos, con un humor triste, una comicidad que llegaba al alma, una mezcla de alegría y pena, de risa y llanto... Perdóname, me esto poniendo nostálgico.
ResponderEliminarTengo el proyecto de colocar algunas imágenes de tú pueblo.
Uno, un saludo.