REALIDAD O SUEÑO

El golpear de la lluvia en los cristales de la ventana del salón, el calor de la estufa y la cerveza que me había tomado,  hicieron que cayese en una especie de sopor, sin llegar a ser un sueño profundo. Y en ese duermevela,  percibí el sonido de la tele, que algún miembro de mi familia habría encendido. Y, quizás soñé, o no soñé, porque ese fue uno de los esos momentos que se confunde la realidad con los sueños.

Me vi., creo, en un plató de televisión, donde era atacado por personas que en el momento del ataque se convertían en animales muy raros, muy feos y muy feroces. Daban unos chillidos terroríficos, tenían ojos de bestias enfadas, de esos que hielan la sangre. Y me atacaban todos juntos, sin darme un respiro. Cuando se retiraban adquirían el aspecto de personas muy especialmente extrañas. Con tan raros maquillajes que daba la sensación que en un instante se podían desintegrar las caras. También se peleaban entre ellos, insultándose a gritos, pero como eran tan listos y sabían tanto, acaban estando más unidos. Yo intentaba defenderme de semejante jauría, pero era muy difícil defenderse de los monstruos que veía en ese duermevela.

Parecían proceder de actividades muy diversas, con muy distintas historias y diferentes sexos, pero que, sin embargo, en la locura del sueño, podía ver hombres embarazados y hasta mujeres con barba. Y todavía mi confusión fue mayor cuando vi al fondo del plató un letrero que decía: ZOOLÓGICO, y debajo un cartel más pequeño donde se leía: ESPECIE DE ANIMALES PROTEGIDOS.

Cosas de los sueños. En la vida real no es lógico que pasen esas cosas. Quizás por una rendija de mi sueño se había colado el sonido de la tele, y me había inducido a ver tantos monstruos. Misterios de la mente humana.

En lo sucesivo dormiré con la tele apagada.