Para los más viejos, emociona ver la foto de una estación de ferrocarril. Evoca sueños, aventuras, saludos y abrazos de llegadas o despedidas y, hasta, lágrimas y suspiros. Es la nostalgia del pasado. Llegas o te vas en uno de aquellos míticos trenes correos, resoplando humo de una pesada locomotora y unos traqueteante coches rebasando viajeros. Diez horas trescientos kilómetros, y feliz de haber llegado a tú destino. En aquellos años teníamos imaginación para convertir lo incómodo en romanticismo.
Las viejas estaciones tienen su aquel. Están llenas de historias alegres, otras no tanto. Sirven para hacer rodajes de pelis o fotos de època.
ResponderEliminarBuena semana Disan, muchos besos
me gustan los trenes los de antes con aroma a locomotora que hacia arte
ResponderEliminarHola Diego, el tren me evoca los mismos recuerdos que a ti, ya sabes que soy nieta de ferroviario y los veranos de mi infancia transcurrieron en una estación. Jugar con trenes reales y no maquetas fue uno de mis pasatiempos. Feliz Navidad. Un abrazo
ResponderEliminarPues ahora yo no veo a nadie despedirse en la estación del tren, la gente sube y baja sola y como si nada.
ResponderEliminarEs que voy casi todos los días una horita más o menos a la estación y es lo que veo. Qué pena que se hayan perdido esos abrazos.
Besos.
Las viejas estaciones de ferrocarril huelen a historias románticas, aventuras y la soledad de despedidas o la alegría de la llegada. Antes acudía toda la familia para despedir o para recibir viajeros.
ResponderEliminarion-laos, un abrazo.
Un tren era el sitio ideal para soñar y montarse historias, mientras se veían pasar a través de la ventanilla los palos de la luz y el paisaje.
ResponderEliminarRECOMENZAR, un saludo.
El recuerdo de aquellas estaciones y aquellos trenes resoplando y echando humo, caló tan hondo en las personas que lo vivieron que parece que ese recuerdo forma parte de sus ADN. Estoy seguro que fuiste una niña feliz con el trabajo de tú abuelo.
ResponderEliminarLoli Salvador, un abrazo.
Las estaciones de ferrocarril eran buenos lugares para ver como se quería y emocionaba la gente. Ahora somos más fríos y no expresamos con el mismo ardor los sentimientos.
ResponderEliminarcampoazul, un beso.
Hola Disancor, qué texto más bonito has puesto debajo de la foto.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo fuerteeeeeeeeeeee
Hola Diego. La verdad es que los viajes, por ejemplo a Madrid, se hacían eterno. Hace más de 30 años me iba por la noche y, si podía, cogía una litera y aprovechaba para ir dormida.
ResponderEliminarEso sí, como tu dices, el romanticismo de esos viajes se ha perdido.
Saluditos.
La verdad que nunca leo lo que escribo, porque eso me obligaría a corregir alguna cosa, y no puedo debido a las dificultades que tengo para manejar el teclado del ordenador. Los textos son siempre el fiel reflejo de mi estado de ánimo.
ResponderEliminarIsa, un abrazo.
Creo recordar que se tomaba un tren-correos en Don Benito sobre las diez de la noche y, con suerte, llegabas a Madrid a las nueve ó las diez de la mañana. Pero cuando se presentaba ocasión se pasaba uno toda la noche de juerga.
ResponderEliminarInma Limón, un saludo.
Me ha encantado recordar esa estética: esos pañuelos a la cabeza, contrastando con el abrigo de Mutón, y, sobre todo , esas viejas maletas a bolsos mínimos pero donde cabía todo lo necesario...
ResponderEliminarUn saludo Diego, soy Isabel Rodríguez